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Sistema Endocrino


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Opinión |6 Mayo 2012 - 1:00 am

Nicholas D. Kristof

Cómo nos dañan los químicos

Por: Nicholas D. Kristof

Los científicos están observando con alarma creciente que algunas sustancias químicas muy comunes que imitan a hormonas pueden tener efectos grotescos.

Un herbicida de amplio uso actúa como una hormona femenina y feminiza a animales macho en el mundo silvestre. De aquí que ranas macho puedan tener órganos femeninos y algunos peces macho efectivamente producen huevecillos. En un lago de Florida contaminado por estos químicos, algunos lagartos macho tienen penes diminutos.

Últimamente, existe también cada vez más evidencia que vincula este tipo de químicos a problemas en humanos. Entre ellos están el cáncer de mama, infertilidad, bajo conteo de esperma, deformidades genitales, menstruación adelantada e incluso diabetes y obesidad.

Philip Landrigan, catedrático de pediatría en la Facultad de Medicina de Monte Sinaí, dice que un defecto congénito llamado hipospadias —un sitio equivocado de la uretra— actualmente es dos veces más común entre varones recién nacidos de lo que solía ser. Él sospecha de los interruptores o disruptores endocrinos, llamados así porque pueden sembrar destrucción en el sistema endocrino que rige a las hormonas.

Los interruptores endocrinos están por doquier. Están en los recibos termales que salen de bombas de gasolina y cajeros automáticos. Están en alimentos enlatados, cosméticos, plásticos y empaques de alimentos. Hágase un estudio de sangre u orina, y seguramente los encontrará ahí, así como en la leche materna de humanos y en el cordón umbilical de bebés recién nacidos.

En este año de campaña electoral en los Estados Unidos, seguramente vamos a oír interminables quejas sobre la excesiva normatividad del gobierno. Pero aquí hay un área en la que los científicos están criticando cada vez más a nuestro Gobierno porque no logra acometer a las grandes empresas químicas y regular los interruptores endocrinos de manera adecuada.

El mes pasado, la Sociedad Endocrina, la principal asociación de expertos en hormonas, reprendió a la Dependencia de Alimentos y Fármacos, la FDA, por no haber logrado prohibir el bisfenol-A, interruptor endocrino común conocido como BPA, de los empaques de alimentos. El año pasado, ocho organizaciones médicas, que representaban genética, ginecología, urología y otros campos, hicieron un llamado conjunto en la revista Science (Ciencia) por una normatividad más estricta para los interruptores o disruptores endocrinos.

¿Qué nuestro gobierno no debería estar tan atento a las amenazas en nuestras tiendas de abarrotes como en las montañas de Afganistán?

Algunos investigadores advierten que los interruptores endocrinos pueden disparar cambios hormonales en el cuerpo que pudieran no aparecer durante varias décadas. Uno de ellos es conocido como DES, una forma sintética de estrógeno, que era administrado con regularidad a mujeres embarazadas para prevenir abortos espontáneos o malestar por la mañana, causando muy poco daño entre las mismas mujeres. Sin embargo, resultó que provoca cáncer vaginal y cáncer de mama varias décadas más tarde en sus hijas, así que ahora está prohibido.

Los científicos han sabido desde hace mucho tiempo atrás que las variaciones más diminutas en los niveles hormonales influyen sobre el desarrollo fetal. Por ejemplo, una gemela se masculiniza ligeramente si el otro gemelo es varón, ya que es expuesta a algunas de sus hormonas. Algunos estudios han arrojado que estas gemelas, en promedio, terminan ligeramente más agresivas y en busca de sensaciones en la adultez, pero presentan índices menores de desórdenes alimentarios.

Ahora, los expertos temen que los interruptores endocrinos tengan efectos similares, actuando como hormonas y atascando el delicado equilibrio para los fetos en particular. La iniciativa más reciente por parte de académicos es un histórico análisis de 78 páginas, el cual será publicado el mes entrante en Endocrine Reviews, la publicación más prominente del campo.

"Hacen falta cambios fundamentales en pruebas químicas y una determinación de seguridad para proteger la salud humana”, declara este análisis. Lindra S. Birnbaum, la máxima científica ambiental y toxicóloga de los Estados Unidos, aprobó los hallazgos.

El artículo fue escrito por un panel de 12 integrantes que pasó tres años estudiando la evidencia. Llegó a la conclusión de que el sistema de seguridad de los Estados Unidos para interruptores endocrinos no funciona. "Para varios interruptores endocrinos bien estudiados, pienso que es justo decir que tenemos suficientes datos para concluir que estos químicos no son seguros para poblaciones humanas”, dijo Laura Vandenberg, bióloga del desarrollo de la Universidad Tufts, que fue la principal autora del panel.

Nuevas e inquietantes investigaciones sobre los efectos a largo plazo de estos químicos se publican de manera constante. Un estudio arrojó que mujeres encinta que presentan niveles mayores de un interruptor endocrino de tipo común, PFOA, tienen probabilidades tres veces mayores de tener hijas con sobrepeso cuando sean adultas.

Sin embargo, el PFOA es inevitable. Está en todo, desde bolsas de palomitas de microondas hasta soluciones limpiadoras de alfombras. Las grandes empresas químicas dicen que todo esto es ciencia sensacionalista. Hasta ahora ha obstruido una estricta regulación en Estados Unidos, incluso al tiempo que Europa y Canadá han adoptado controles más estrictos sobre los interruptores endocrinos.

Sí, existen incertidumbres. Pero los científicos que mejor conocen los interruptores endocrinos ya están aplicando medidas en su gran mayoría para proteger a sus familias. John Peterson Myers, principal científico de Ciencias Ambientales de la Salud y uno de los coautores del nuevo análisis, dijo que su familia había dejado de comprar comida enlatada.

"No usamos plástico en el microondas”, agregó. "Ni usamos pesticidas en nuestra casa. Rechazo los recibos cada vez que puedo. Mi respuesta automática en el cajero automático, sabido por mi banco, es ‘sin recibo’. Nunca pido recibo en una gasolinera”.

Estoy siguiendo el ejemplo de los expertos, y desearía que también lo hiciera la administración Obama.

 

* Columnista de ‘The New York Times’, dos veces ganador del Premio Pulitzer.

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